

El sábado, mi hijo Adrià nos llevó al salón del Cómic. Para nosotros era la primera vez, él había ido todos los años con su hermano.
Me llamó mucho la atención ver a tantos jóvenes disfrazados de sus héroes favoritos. Todos estaban encantados y en cuanto les pedía permiso para hacerles una foto automáticamente adoptaban la pose de cómics y películas.
Pude hacer 150 fotos y no hice más porque se le acabó la batería a la cámara. Estuvimos tres horas en la cola para poder entrar, después nos dimos cuenta que la mejor hora, era la de la comida.
Esta afición no tiene edad, había familias enteras disfrazadas con hijos de diferentes edades.
El rato de espera no se me hizo largo ya que pude observar los diferentes comportamientos, caracteres y personalidades que había en esa cola, es lo que humildemente llamaría un pequeñísimo estudio sociológico.
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